martes, 21 de octubre de 2008

el verdadero aguijon

Señor lector:

El siguiente es un manifiesto por el cual quiero, sin esperanza de una aclaración o discrepar en puntos, tener la certeza q aquello q nos atormenta tenga un sentido o una irracionalidad que sale del contexto hacia la misma voluntad del Padre.
Cuando leo en la palabra el capítulo de Pablo frente al aguijon de la carne, me confronto a mi situacion real, es decir, a lo q sucede conmigo, porque sabe, usted puede q piense q tenga una buena y optima relación con Dios, pero, cuando existe limites q traspasan lo real con la santidad exigida, es cunado uno cuestiona hasta q punto es tan permitido q el aguijon nos traspase, y hasta q tope debemos hacerlo tan nuestro, q asi de simple vista, la debilidad en cada uno de nosotros se vuelva algo parasitista, si me permiten la expresión, una especie de gusano q debemos soportar a causa q debemos reconocer nuestra humanidad, o dejar q las moscas hagan huevos en nuestros corazones a causa de lo soportado.

Quiero confesar q, no entiendo el limite de debilidad con pecado, me siento profundamente enredado, porq, si puedo definir mi situación, no sé hasta q punto obro segun en el perfeccionamiento de mi debilidad, y hasta q punto, los actos de ella me dejan sin alientos de luchar por superarla, si ud tiene algo q decir, le recomiendo deme una bueno explicacion de esto, porq la verdad, lo unico q veo en mi, es mas ganas de ser debil, y mas lejano la voluntad de Dios a causa de mi derrota.

martes, 14 de octubre de 2008

El camino hacia las montañas

Él ya no tenía dudas al respecto. Muchas personas se lo habían dicho en transcurso del último mes como si ellos supieran de antemano el momento exacto en el que debían mortificarlo con sus discursos. Pero de cualquier modo ahora veía con claridad que hasta las conversaciones que había tenido recientemente pasaron con el mismo propósito inesperado. Era inevitable no darse cuenta de ello. Veía a su hijo alejarse de él, con una sonrisa prominente surcándole el rostro. Se iba con esos cuatro muchachos con quienes había conformado la banda de la cual solo había escuchado el día anterior:
- Tendremos que irnos mañana, Papá- replicó su hijo en la víspera.
- ¿Irse? ¿a dónde? Tenemos que trabajar mañana y lo sabes.
- Me voy con mi banda. Hemos estado componiendo algunas canciones y ahora nos han invitado a una cruzada. Por fin, vamos a evangelizar como queríamos, con nuestra música.
Después de escuchar esas palabras, él se había encendido en furia desmedida en contra de su hijo. El era el único que tenía. En quien había invertido tanto a pesar de su pobreza ahora tenía la determinación de marcharse sin habérselo dicho antes. Había aceptado con suma resignación la realidad de que su hijo era un cristiano dedicado pero esta vez quería marcharse y esto lo había tomado por sorpresa. Sin embargo, el hecho de que hubiera permanecido tal secreto oculto por tanto tiempo no era la principal razón por la cual se encontraba tan enojado. No se trataba del recién interés por la música que atestiguaba el muchacho. No se trataba de la falta de confianza que le había tenido al escondérselo. Se trataba de la cuestión hasta ese entonces insensata de querer “evangelizar”. La mente de aquel hombre encontraba las ideas religiosas como un acto torpe e imprudente; carecía de toda fe porque en realidad lo poco que había conseguido no tenía ninguna relación con Dios o con cualquier otra cosa. Además consideraba los rituales religiosos como una verdadera costumbre inútil, se sentía en cierta forma fastidiado con las conversaciones que a diario sostenía con sus más allegados amigos quienes le hablaban de Dios en todo momento y lugar, y para colmo él sentía que tales confrontaciones se habían cada vez más frecuentes desde los últimos días. Pero recordó lo que uno de ellos le había dicho en cierta ocasión cuando se habían quedado sin otra cosa de que hablar: “Ese muchacho, tu hijo, verdaderamente se va a convertir en alguien importante. Lo veo muy entusiasmado desde que le entregó su vida al Señor. Aún no entiendo como tú no has recapacitado sobre todo lo que te hemos dicho. Sabes que el Señor Jesús te quiere ayudar a arreglar tu vida pero te haces el que no tienes nada que ver”. En ese momento no le prestó mucha atención más pese a esto, él ahora tenía que admitir la verdad. Todo había estado sucediendo porque así quería Dios que fuera. No había modo con que luchar para revertir la voluntad de Dios y las circunstancias reales solo pudieron haberse presentado con un propósito en especial: Dios quería que su hijo se fuera del hogar paterno a reclamar las almas perdidas por medio de su música y no había nada que él pudiera hacer.
En ese instante de sus reflexiones, al final aquel hombre con obstinación de hierro se dio cuenta de la única verdad a la que podría entregarse enteramente. ¿También tenía su vida algún valor para Dios? ¿Tenía Dios algún propósito con él? Según lo que le habían dicho sus queridos amigos, así era. Pero después de tanto rehusarse a seguir al Señor, ¿tendría todavía alguna oportunidad? No lo sabía con toda seguridad; Sin embargo, resolvió de inmediato que más valía averiguar perfectamente como es que podía entregarle su vida al Señor Jesucristo.
Así que, tan pronto como perdió de vista a su hijo en el horizonte, se echó a correr vehemente hacia las montañas. Tropezó un par de veces con las múltiples rocas puntiagudas que se le atravesaban por el camino pero de ninguna manera podía detenerse ahora. Sin duda, bajo el sitio a donde se dirigía, lo esperaba feliz aquel amigo cristiano con los brazos abiertos y la respuesta verdadera a su encrucijada.